Lo que queda

La casa respira despacio.

El silencio de la siesta

se rompe por un segundo

con la llegada de la luz,

como un visitante

que no quiere molestar.

El aire se vuelve tibio,

casi sagrado.

A veces escucho

el crujir de la madera

y el suspiro del reloj.

Todo sigue en su lugar,

el mate en la hornalla,

la toalla doblada con paciencia.

como si el tiempo, por respeto,

hubiera decidido quedarse quieto.

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El eco de una tarde